Consumo
El duro enero del 2025: así enfrentan los colombianos la nueva realidad de los precios, pues todo aumentó. Estas son las cifras
Tras las fiestas de fin de año y lo que muchos han considerado el mejor diciembre de los últimos años, los colombianos han vuelto a la realidad, con deudas y con alzas. Hora de las maromas financieras.
Enero es el mes ‘más largo del año’. No porque tenga más días, sino porque muchos colombianos tienen que hacer gimnasia financiera para alargar los ingresos que recibieron por allá el 20 de diciembre, mientras el sueldo vuelve a llegar a finales de enero.
Además, esa realidad viene acompañada de los aumentos en los precios de inicio de año, por cuenta de la inflación de 2024, que fue de 5,2 por ciento, y el incremento del salario mínimo que decretó el Gobierno en 9,5 por ciento.
Como recuerda Anif, con el dato de inflación de 2024 se ajustan precios de arriendos, planes de conectividad móvil e internet, matrículas escolares, cuotas moderadoras de consultas médicas en EPS, tiquetes aéreos y algunas transferencias monetarias del Gobierno. Por su parte, entre los productos y servicios ligados al salario mínimo están las consultas médicas particulares, multas de tránsito, trámites de expedición de documentos, bienes y servicios para el cuidado personal, así como mantenimiento y reparación de vehículos, y las cuotas de administración de los edificios, tema que no es generalizado.
En medio de estos anuncios, las finanzas personales no están aguantando. Como señala Camilo Herrera, fundador de Raddar, es muy probable que los hogares tengan un déficit de plata en enero de este año. ¿La razón? A su juicio, y anticipando los resultados al cierre de 2024, diciembre fue una muy buena temporada en la que las familias gastaron mucha plata. “Sin importar cuánto suban los precios y cuánto aumenten los salarios cada año, enero siempre es difícil para los hogares por falta de planeación financiera. Hoy, deben tener problemas de bolsillo grandes”.
Pero, además, Herrera advierte una realidad: la cuesta no es solo de enero, se suman febrero e incluso marzo. “Históricamente, el mes que recibe las grandes alzas de inflación es enero. Pero como este mes no tiene aún el dato de cuánto fue la inflación de cierre de año, porque esa cifra la entrega el Dane hasta el quinto día hábil del mes siguiente, muchas empresas pueden no haber tomado la decisión de subir precios, inclusive arriendos y demás. Entonces, en realidad, el grueso de la inflación, en ciertos años, se transmite a febrero”.
Según sus cálculos, enero ha aportado, desde 2004 hasta 2023, en promedio, el 18 por ciento de la inflación causada en el año, mientras que en el caso de febrero, asciende a 20 por ciento. “Esos dos meses en promedio aportan el 40 por ciento del total. Si se incluye marzo, el promedio del primer trimestre es el 53 por ciento. Es decir, se está hablando de que en los tres primeros meses ya se tiene más de la mitad de la inflación causada al año”, señala Herrera.
¿Qué se espera en materia de precios? Para Juan Daniel Oviedo, concejal y exdirector del Dane, el dato de inflación del cierre del año anterior empieza a parecerse más al proceso inflacionario que se tenía antes de la pandemia.
Sin embargo, hay particularidades que muestran las dos caras de la moneda. Según Oviedo, el 53 por ciento de la inflación está concentrada en los arrendamientos, el corrientazo, el transporte urbano y la gasolina. Considera que este año se va a reducir la presión inflacionaria por el lado de los arriendos porque se va a indexar 5,2 por ciento, frente a más del 9 por ciento que tuvo el año pasado, por cuenta de la inflación de 2023. También considera difícil que se mueva el precio de la gasolina porque ya el Gobierno “se dio la pela” y falta ver qué pasa con el diésel, “aunque tiene un peso bajo dentro de la medición de la inflación en el componente de combustibles, podría generar presiones inflacionarias en forma indirecta, posiblemente a través de los fletes sobre los alimentos”. En cuanto al transporte urbano, explica que Bogotá es la única ciudad que está lejos del IPC y más cerca, aunque por debajo, del salario mínimo.
El único elemento en el que vamos a tener una dificultad es con el corrientazo, que está teniendo una presión muy fuerte. Casi dos terceras partes de la canasta de bienes y servicios que se miden la inflación son servicios, y los servicios tienen una propensión muy importante a moverse más en función del salario mínimo”, explica el exdirector del Dane.
Y el corrientazo, asegura Oviedo, se pegó indirectamente a la indexación del salario mínimo, pues para los dueños de estos establecimientos hay una justificación “ética” dado que sus costos están muy asociados al pago de los sueldos de sus empleados. Además, el arriendo de los locales comerciales se mueve mucho más rápido que la inflación porque está liberado y no regulado como el residencial.
Oviedo también responde una inquietud frecuente de los consumidores: ¿por qué si la inflación cae, los precios siguen altos? Para ello, pone el ejemplo de lo que ha pasado con los productos básicos en la alimentación. Entre diciembre de 2019 (antes de la pandemia) y diciembre de 2024, el arroz subió el 40 por ciento, el huevo el 56 por ciento, la carne el 74 por ciento y la papa el 108 por ciento, mientras que la inflación general aumentó 39 por ciento en ese periodo.
“Psicológicamente, los comerciantes y la economía nunca nos van a permitir regresar a precios que teníamos antes de la pandemia, así el abono o los insumos estén a los precios que teníamos antes de ese momento a nivel internacional”, agrega Oviedo y advierte que la inflación se acumula.
Dos preocupaciones pueden afectar el bolsillo de los colombianos y de las empresas. La primera, el efecto en el incremento en los precios de los ultraprocesados, que este año subirá 20 por ciento. Para Herrera, los impuestos en estos productos tienen dos problemas: uno, impactan la inflación así haya o no demanda, contrario a la filosofía con que se crearon los tributos. Y dos, también están vinculados a las comidas por fuera del hogar, como el queso, el jamón o el chocolate de las malteadas. “En un escenario ácido, esto pudo haber aumentado entre medio punto y un punto la inflación en el país”.
Y la segunda inquietud es para los empresarios, pues este año se viene una nueva reducción de la jornada laboral, que quedará en 44 horas semanales. Según Herrera, el aumento del salario mínimo es de 9,5 por ciento, pero el aumento del valor por hora es de 13,5 porque se pasa de 46 a 44 horas, “y allí pueden pasar muchas cosas en la estructura de costos”.
Finalmente, hay otras preocupaciones: una, el dólar, su fortaleza por presiones internacionales, pero también, como advierte Juan David Ballén, director de Análisis y Estrategia de Casa de Bolsa, por temas internos, fiscales y la posibilidad de que en el comienzo del año se anuncie un recorte de calificación al país. “Vemos una alta probabilidad de un pass through más fuerte en este primer semestre del año”. Y dos, los precios de algunos servicios públicos, como el gas, que se empezó a importar.
Se estima que la inflación siga desacelerándose, pero va a ser un proceso mucho más lento. De hecho, no hay consenso en que este año se llegue al rango meta del Banco de la República, de entre 2 y 4 por ciento.
En Corficolombiana consideran que en el presente mes seguiría la pausa en el proceso desinflacionario. Y su pronóstico incorpora presiones alcistas por incrementos en las tarifas de transporte urbano, electricidad, gas y combustibles; el efecto de la depreciación cambiaria sobre la inflación de bienes; el aumento de los precios de los alimentos presionados por el comportamiento de los precios del productor, y la indexación a la inflación de 2024 en comidas fuera del hogar y arriendos. Así, la inflación anual se mantendría estable en enero alrededor de 5,2 por ciento. Una cuesta dura.