José Miguel Santamaría Uribe

Opinión

¿Qué está pasando con la deuda pública?

El próximo gobierno, en 2026, lo digo coloquialmente, tendrá que llegar con machete y peinilla para recortar una cantidad de gastos innecesarios.

José Miguel Santamaría
4 de abril de 2025

Desde la crisis de deuda latinoamericana del año 2002, cuando la deuda latina, incluyendo la colombiana, perdió muchísimo valor, ni los TES ni los bonos emitidos en el exterior habían tenido tanta presión alcista.

Lo que está sucediendo es bastante claro: el año 2024 terminó con unos números desalentadores, una deuda pública como porcentaje del PIB por encima del 60 % y un déficit fiscal por encima del 7 %, demasiado alto. Esto para la economía colombiana no es sostenible, así lo dicen la Carf y los principales analistas del mercado; el crecimiento potencial de la economía no será suficiente para sopesar esta crisis.

Independientemente de lo anterior, lo más grave de todo es la incapacidad o desidia del Gobierno Petro en tratar de solucionar el problema; es todo lo contrario, en vez de buscar cómo recorta el gasto —los 50 billones que se necesitan—, está haciendo todo lo opuesto: está desesperadamente buscando más deuda para seguir gastando a manos llenas.

La curva de negociación de los TES ha venido empinándose en el largo plazo inducida por los swaps de deuda que ha hecho crédito público para aumentar la duración de la deuda, tanto así que ahora pretenden —para no pagar tantos intereses— explotar la parte media de la curva; esto, en palabras sencillas, es dejarle al gobierno siguiente una crisis explícita.

Somos afortunados porque los inversionistas extranjeros que tienen grandes cantidades de TES no hayan salido en gavilla a vender, en parte porque, aunque el monto en muy grande para nosotros, para ellos en sus portafolios no es relevante.

A mi modo de ver, una deuda mal manejada puede generar un efecto cascada bastante complicado. Al aumentar el monto de la deuda a unas tasas de interés más altas, se necesitan más recursos del presupuesto nacional para pagarla, por lo tanto, si los ingresos de la nación no se aumentan en la misma medida, habrá menos plata tanto para funcionamiento como para inversión, y si esto pasa, no se contará con los recursos necesarios para cumplir con el aumento de empleados y los gastos adicionales a los que se ha comprometido Petro.

El próximo gobierno, en 2026, lo digo coloquialmente, tendrá que llegar con machete y peinilla para recortar una cantidad de gastos innecesarios, pero al mismo tiempo tendrá que reactivar todos los sectores que han quedado en la lona por las erróneas políticas de estos años; la salud, la educación, las pensiones, la infraestructura, el petróleo y la minería necesitan el apoyo del gobierno, de recursos y de conocimiento.

Por eso es que el candidato y nuevo presidente que necesita Colombia debe ser especial, no ser el más inteligente o el que más conozca de todos los temas, debe ser el que tenga más capacidad de crear y manejar equipos de alto desempeño, que sea capaz de tener a su alrededor personas más preparadas que él mismo, pero que también sea elegible. Panorama complicado.

La encrucijada que tenemos los colombianos es compleja. Si Colombia se vuelve a equivocar, de golpe no hay vuelta atrás.