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¿Qué pasa si Chevron no se va de Venezuela tras el ultimátum de Trump?
La empresa petrolera tiene solo 30 días para definir si sigue las órdenes de Trump y retirar sus operaciones con el régimen de Nicolás Maduro.


La reciente orden del gobierno de Estados Unidos de revocar la licencia de Chevron para operar en Venezuela ha puesto a la petrolera en una situación compleja. La compañía tiene hasta el 3 de abril para cesar sus operaciones en el país suramericano, pero si decide desafiar la medida y continuar, podría enfrentar consecuencias severas a nivel internacional y local.
El gobierno de Donald Trump ha dejado en claro que cualquier empresa estadounidense que continúe operando en el país tras la revocación de su licencia será objeto de sanciones. Para Chevron, esto podría significar la pérdida de acceso al sistema financiero estadounidense, limitando su capacidad de realizar transacciones en dólares y afectando sus operaciones globales. Además, la empresa podría ver bloqueados sus activos en EE. UU. y ser excluida de contratos gubernamentales.
Las sanciones de EE. UU. no solo impactarían a Chevron directamente, sino que también podrían disuadir a otras empresas y bancos de hacer negocios con la petrolera. Muchas entidades internacionales cumplen estrictamente con las sanciones estadounidenses para evitar represalias legales o económicas.
Si Chevron decide desafiar la orden, podría enfrentar dificultades para obtener financiamiento, acceder a tecnología de punta y mantener su infraestructura operativa en otros países.
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Por otro lado, la permanencia de la empresa podría provocar una reacción de la dictadura de Nicolás Maduro. PDVSA, la estatal petrolera venezolana, podría asumir el control de los activos y operaciones de Chevron en el país, una medida que en el pasado se ha implementado contra otras empresas extranjeras en Venezuela, las cuales han tenido que abandonar la nación por cuenta de las sanciones internacionales.
Con este, se cree que Maduro podría utilizar esta situación para fortalecer su discurso antiestadounidense y mostrar su capacidad para desafiar las presiones de Washington, en momentos donde la relación con el gobierno de Donald Trump es más que tensa por cuenta de la promesa del mandatario republicano de hacer lo posible para restablecer la democracia en Venezuela durante su mandato.

El incumplimiento de la normativa estadounidense podría también generar problemas legales para los ejecutivos y empleados de Chevron.
Personas vinculadas a la empresa podrían enfrentar demandas, restricciones de viaje e incluso acusaciones criminales si se considera que han operado en violación de las sanciones. Este riesgo podría llevar a la renuncia de altos directivos y a una reducción en la moral dentro de la compañía.
A nivel reputacional, desafiar la orden de Estados Unidos podría afectar la imagen de Chevron ante inversores, gobiernos y otras compañías, por lo que se cree como poco probable que la empresa desafíe a la administración Trump.
La petrolera podría ser vista como una empresa que no respeta las regulaciones internacionales, lo que afectaría su credibilidad y podría dificultar futuras negociaciones con administraciones estadounidenses y europeas.

La petrolera estadounidense se enfrenta a una decisión crucial: acatar la orden y retirarse de Venezuela, perdiendo una posición clave en uno de los mercados petroleros más ricos del mundo, o desafiar la medida y asumir riesgos financieros, legales y operacionales. La empresa ya ha operado durante años en Venezuela en medio de sanciones, pero la presión actual de EE. UU. podría hacer insostenible su permanencia.
Con la fecha límite del 3 de abril acercándose, Chevron tendrá que evaluar si vale la pena desafiar a Washington o si es más conveniente buscar otras alternativas para proteger sus intereses en el largo plazo, para lo cual tendría que cesar sus operaciones en Venezuela tras un poco más de dos años desde su inicio y que dejaron réditos millonarios no solo para la empresa, sino para la industria petrolera del régimen de Maduro.